Relojero relojero, pobre diablo desquiciado - Capítulo uno Por Camilo

Alex, joven sin suerte, su padre había fallecido hace poco y heredó una tienda de reparación de relojes. Mal trabajo para un tipo de 19 años que quiere salir a divertirse. Siendo esta la única fuente de ingresos a la familia, ahora compuesta por él y su madre, se vio en la obligación de tomar este empleo de muy mala gana. Había comenzado hace poco sus estudios universitarios y al ajetreo proveniente de estos a futuro, se le sumaba la misión de ser el nuevo jefe de hogar. Desde pequeño había sido inculcado en este oficio, no por que él quisiera si no por que su padre, quién había heredado esta técnica de su padre y así sucesivamente, se vio en el deber de enseñarle tan tedioso trabajo.

Sentado frente a su escritorio, revisaba una y otra vez lo relojes a su cuidado, dispuestos a ser reparados. Eran poco más de las 10 de la mañana y ya estaba cansado del trabajo. El día anterior, llegó un sujeto vestido de terno, se veía muy importante, con su ropa muy bien planchada y su maletín con quién sabe que cosas dentro. Dejó un reloj de oro, hermoso objeto, con un problema de calibración en las manecillas. El joven, responsable a pesar de detestar su trabajo, estuvo horas y horas arreglando el aparato. Finalmente lo consiguió. Tras varias horas sin dormir. Dejó el reloj sobre la mesa y vio que aún quedaban otros por reparar. Agotado dejó caer su cabeza sobre la mesa y se quejaba en voz alta:
- ¿Por qué mi padre no pudo arreglar televisores o por qué no vendía drogas? ¿Por que se ganaba la vida con algo tan abrumador?.
Se lamentaba solo en su escritorio.

Al día siguiente, el señor de terno visitó el local, en busca de su reloj de oro. Alex le dijo que ya estaba listo y se lo enseñó.
- ¡Vaya! te demoraste relativamente poco.
- Sí, mi padre era un maestro y creo que heredé ese don - Dijo Alex con cierto aire de tristeza en sus palabras.
- Pues sí que tienes buena mano en esto muchacho ¿Cuanto te debo?- Dijo alegremente el señor de terno
- 50 mil pesos - dijo Alex con un ánimo digno de un velorio.
- Bien, un trabajo tan bueno merece eso y más - Respondió el señor de terno, dejando 70 mil pesos sobre el mostrador. Haciendo un gesto con la cabeza, se retiro contento del local.
Alex miró el dinero y pensó "O tiene mucha plata o simplemente está loco".

Alex lleva más de un mes en el trabajo, y difícil se le ha hecho priorizar la universidad con el trabajo. Muchas noches se ha quedad en la tienda estudiando y reparando relojes, uno tras otro, hoja tras hoja, sin descanso, solo con una taza de café y un paquete de galletas. Hasta que de pronto, deja el reloj y el destornillador sobre la mesa, cierra el libro de golpe y se apoya sobre este. Ya cansado de su actual vida piensa que será de sus antiguos amigos, las cosas que podría estar haciendo ahora, la vida que perdió por ser jefe de hogar y estudiante superior a la vez. Se dice a sí mismo "Que ganas de ir a carretiar ahora mismo, tomar un buen ron y quedar en el suelo hablando incoherencias". Ni él se cree lo que pensó, pero en esos momentos, cree que cualquier cosa sería mejor que estar ahí. "Odio los relojes, odio mi trabajo, odio ese maldito tic-tac… tic-tac… toc-toc… ¿Toc-toc?" pensó abriendo rápidamente sus ojos y en silencio sobre su asiento escuchaba "tic-tac, tic-tac, toc-toc, toc-toc… ¿Qué es esto?". Tomó el reloj sobre su mesa, el mismo que reparaba hace unos instantes, los mira minuciosamente, buscando que provocaba este sonido… pero nada. Las manecillas se movían normalmente, los engranajes internos funcionaban perfectamente, todo normal salvo por unos tornillos sueltos había aflojado hace unos instantes. Tomó su destornillador y apretó los tornillos. Terminó su ensamblado y escuchó "… toc-toc, toc-toc". No sabía por que ocurría esto… finalmente pensó "¿Por qué m preocupo de esto?". Metió el reloj al cajón, tomó sus cosas y y se fue a su casa, dejando bien cerrado el local.

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