Microbús por Lilo

No porfavor...

Son más de las 10 de la noche, y me encuentro solo en el paradero. De pronto un fuerte sonido y una luces amarillentas alegran mi paciencia, ahí viene mi transporte a casa. Alzo mi dedo índice de la mano izquierda mientras busco con la otra mano mi pase en mi bolsillo. El destartalado transporte se detiene bruscamente. Mientras subo, el chofer ve mi mano y con rostro de decepción, se da cuenta de mi condición de estudiante. Con aversión saca un boleto y me lo entrega sin mirarme a la cara, arrojando con violencia las monedas a la caja. Veo los asientos de la micro y logro divisar un par vacío, al fondo de la máquina. Camino torpemente por el movimiento de la micro entre miradas de repulsión hasta llegar a mi asiento. Dejo mi bolso a un lado y pongo un poco de música, para aliviar el mal sabor que deja ser visto como un monstruo. Las canciones pasan, las luces de la ciudad contraen y dilatan mi pupila, mientras un par de jóvenes intentan fornicar en los asientos delante de mi, o más bien, pareciera que están tratando de digerir el almuerzo del otro, no lo sé. Abandono esa escena y me siento unos puestos más adelante, no quería vomitar una ensalada de palabras a aquellos adolescente drogados en hormonas. El bus continúa su habitual recorrido, por calles plagadas de vagabundos, delincuentes y prostitutas, y yo ahí, disfrutando incómodamente de molestos ruidos que me gusta llamar música. Me acerco a destino, tomo mis cosas y me voy a la puerta trasera. Toco el timbre y el chofer me ve a través del espejo retrovisor. Se aproxima al paradero donde se encontraba un tipo solitario. Tras bajarme del bus, noto que perdí mi pase. Hoy no es mi noche, y lo peor de todo, es que veo cierto grupo de personas acercándose a mi. Será mejor correr...

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